Las mujeres aseguran que la Compañía Minera El Pinabete se comprometió a abonarles el sueldo de sus maridos hasta que concluyera el rescate de los cuerpos, pero la empresa dejó de pagar en octubre

No es un cementerio, pero ahí, 60 metros bajo tierra, hay 10 cuerpos sepultados. Martha María Huerta acude cada día al derrumbe como quien lleva flores a un camposanto. El pasado agosto el pozo de carbón del Pinabete, en Sabinas, Coahuila, colapsó y atrapó a su pareja, Sergio Gabriel Cruz, junto a otros nueve mineros. Después de una fallida misión de rescate que duró semanas y agotó las esperanzas de los familiares, el Gobierno dio a los obreros por muertos. Ese día, para Huerta y el resto de esposas no solo comenzó el duelo; también una odisea para conseguir que la compañía responsable, Minera El Pinabete, cumpla la promesa que hizo aquella jornada: continuar pagando a las viudas el sueldo que cobraban sus maridos —o por lo menos, una parte— hasta que concluyera la recuperación de los restos. Al principio, la empresa les dio un salario de unos 4.000 pesos semanales, pero en octubre aseguró que estaba en bancarrota. Desde entonces, nadie ha vuelto a ver un peso.

Huerta (40 años) no ha cesado de peregrinar hacia la boca del pozo, que ahora es un enorme tajo a cielo abierto desde que el Gobierno empezó a dinamitar el terreno para intentar recuperar los cuerpos —calculan que tardarán entre seis y 11 meses—. Un amasijo de tierra, lodo, agua y carbón. Ella acude porque no se fía, necesita ver con sus propios ojos que el rescate continúa, que no se ha paralizado otra vez. “Soy la única de todas las señoras que sigo yendo diario al Pinabete a verificar que sigan trabajando”, cuenta por teléfono.

—¿Todos los días?

—Todos los días. No pienso dejarlo [a Cruz, 41 años], nunca lo dejé en vida y ahorita menos. Sé que me está viendo al pie del cañón desde donde está. Es algo horrible, créeme. Cada día que voy es llorar de coraje, de impotencia, de dolor. Saber que se fue mi compañero de vida, un hombre excelente. Es algo que yo ya no quisiera hacer porque duele mucho, pero tengo que hacerlo. Quiero que me lo den y que él sienta mi presencia. Mientras esté allí voy a estar con él todos los días.

Fuente: El País