LA VISTA de un accidente de tránsito tiene un efecto moderador sobre el conductor que contempla la escena.

El mismo conductor que diez minutos antes iba conduciendo el vehículo a máxima velocidad, lo más probable es que diez minutos después de pasar por el lugar del accidente haya reducido la velocidad y con ambas manos sobre el timón prosiga su curso con gran conciencia de la seguridad.

Hay una reacción sicológica en masa a casi todos los accidentes. Cuenta con características buenas y malas.

Las reacciones sicológicas a los accidentes o a los incidentes violentos son muy variadas. Algunas de estas reacciones son: choque emocional, incredulidad, histeria, pánico. De todas las mencionadas el pánico es la peor ya que se trata de una reacción violenta y sin razón.

El pánico puede tener consecuencias desastrosas. Una ilustración de lo que decimos la tenemos en la tragedia que ocurrió en nuestro pais, durante un juego de futbol en el que perecieron más de 200 personas. Para escapar al gas lacrimógeno, el cual solo causa una incomodidad temporal, la muchedumbre aterrorizada se abalanzó hacia las puertas de salida y en una estampida horrible por escapar se atropellaban los unos a los otros, muriendo terriblemente destrozados bajo el peso de miles de personas o sofocados por falta de oxígeno.


Donde quiera que haya personas congregadas para trabajar, jugar, hacer compras, estudiar, etc., el pánico está en acecho. Está siempre presente en las fábricas, los talleres, esperando por un momento crítico para incitar el desastre. El pánico adopta varias formas, no siempre, necesariamente, la gente sale corriendo aterrorizada.

Veamos lo que puede suceder en una planta industrial. Supongamos que la planta utiliza productos químicos en su proceso de fabricación. Es temprano por la mañana y el primer turno del día se encuentra trabajando.

De repente se produce una explosión en una sección remota del departamento de fundición. La onda del impacto afecta el área principal de producción. La planta parece retumbar violentamente y a todo lo largo de un lado del edificio los cristales de las ventanas caen en pedazos a la calle. Una especie de neblina atmosférica, inofensiva, se extiende dentro del lugar impidiendo parcialmente la visión.

Inmediatamente después de la explosión desciende sobre el lugar un silencio sepulcral que dura casi diez segundos. A continuación empieza el murmullo de los cientos de trabajadores y cada vez las voces son mas altas.

En medio de esto alguien empieza con un ataque de tos y es como la chispa que incita a los otros. De algún lado sale una voz que grita “Gas!”

En menos de diez segundos empiezan los gritos y acto seguido..el pánico.

En realidad nadie ha sufrido ni tan siquiera un arañazo como consecuencia de la explosión. No ha habido daño alguno con excepción de los cristales de las ventanas, pero el temor a lo desconocido ha tomado posesión de los trabajadores.

Dos supervisores que se encuentran en las áreas de producción en cuanto oyen la explosión saben inmediatamente el origen de la misma y lo que significa. Se trata simplemente del reventón del colector de vapores de la caldera, sin embargo, estos dos supervisores no hacen nada para calmar los temores de los trabajadores que se encuentran a sus alrededores y uno de ellos empieza a reírse a carcajadas.

Dos horas más tarde el encargado de la planta está hablando con los periodistas. Mueve la cabeza y con una expresión triste en su cara mira hacia la puerta de entrada de mercancías en donde se encuentran seis cadáveres.

-No me explico como ha pasado esto! No había razón para el pánico y que todos trataran de salir del local precipitadamente. Ya habíamos tenido reventones como este anteriormente, no hacen daño, solo ruido.

-Y los supervisores habían trazado un plan en caso de que sucediera de nuevo?- preguntó uno de los reporteros.

-Tal vez. En otras ocasiones la gente se ha asustado pero nunca corrieron hacia las puertas. A lo mejor fue el ruido de los cristales de las ventanas.

-De quién ustedes creen que fue la culpa? – pregunta otro reportero.

La pregunta sorprende al interrogado.

-De quién es la culpa?.....mire cuando yo salí de mi oficina, escasamente tres o cuatro minutos después de la explosión, ya era muy tarde para hacer nada. Fue terrible verlos gritando, unos sobre otros tratando de alcanzar la salida. Creían que había gas en el lugar. La culpa no es de nadie.