CUANDO PENSAMOS en accidentes mortales las más de las veces se nos ocurren desastres enormes y espectaculares. Pensamos en aviones que se estrellan causando la muerte de 100 o más personas, o en trenes que se descarrilan al pasar por un puente; o en incendios desencadenados en grandes hoteles durante las horas de la noche.

En verdad, la gran mayoría de los accidentes fatales incluyen solo a una persona o, cuando más a unas pocas.

Es cierto que ocurren grandes accidentes pero, por cada desastre de magnitud, hay cientos de casos en que un hombre se cae de una escalera de metro y medio de altura, o es atropellado por un camión o se le infecta una cortadura que descuidó. En resumidas cuentas. La mayoría de las muertes ocurridas por accidentes son causadas por aquellos “pequeños accidentes”.

En los Estados Unidos, por ejemplo ha muerto mas gente en accidentes que en las guerras que ha peleado desde la época de la Independencia. La mayoría de esas víctimas no eran temerarios, o aventureros, o borrachos incorregibles, o lunáticos. Eran gente común y corriente, como ustedes y como yo; gente que vivía una vida común y corriente y que se ganaba el pan en trabajos comunes y corrientes. Muchos de ellos se mataron justamente en el momento en que ellos se hubieran podido jurar que lo que estaban haciendo era seguro y fácil.

Cómo podemos defendernos contra un criminal que nos ataca cuando nos sentimos más seguros? Cómo protegernos contra el enemigo que arremete contra nosotros bajo la forma de herramientas familiares y equipos comunes? Podemos hacerlo siguiendo un método muy sencillo y cuyas reglas son todavía mas sencillas y fáciles de aprender.

Podemos eliminar de nuestra vida los accidentes fatales eliminando de ella todos los accidentes. Es decir que si subimos cualquier escalera como si ésta tuviera 50 metros de altura, nunca nos caeremos de una de metro y medio.

Si observamos la regla de trabajar con cuidado junto a una máquina como para prevenir rasguños y cortaduras, estaremos garantizándonos que esa misma máquina jamás nos atrapará a muerte.

Si usamos las herramientas manuales como se debe, inspeccionándolas con regularidad, no habrá cabeza de martillo floja que se desprenda para magullar al del lado o a uno mismo.

Así de sencillo es: no vamos a tener accidentes si obedecemos las reglas de seguridad, nos mantenemos alerta nos ponemos la ropa adecuada para el trabajo y revisamos nuestro equipo periódicamente. Y si no nos vamos a lesionar, no vamos a sufrir lesión mortal alguna.

Bastará con que nos acordemos de esto: la muerte nos acecha más a menudo disfrazada bajo las formas más seguras y corrientes. De manera que el secreto de la verdadera seguridad, tanto para la vida como para las manos, es mantenerse constantemente alerta sobre los riesgos y problemas que nos presentan las cosas comunes y corrientes que hacemos a diario. Puede parecer difícil mantenerse en guardia en un trabajo de rutina, pero el esfuerzo vale la pena, ya que la muerte nunca es un evento rutinario.

Los inacabables días oscuros de la ceguera, parcial o total comienzan con las excusas que algunos buscan para no usar los anteojos de seguridad cuando el trabajo los requiere.

Fuente: Independence