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Con el propósito de fortalecer el aprendizaje práctico y promover la vinculación entre la educación técnica y la industria minera,
Más de ochenta años después del Proyecto Manhattan, las repercusiones ambientales de la fiebre del uranio aún se sienten en los estados del oeste estadounidense, especialmente en territorios navajos. Miles de minas abandonadas continúan contaminando suelos, aire y agua sin que existiera, hasta ahora, una vía regulatoria clara para su saneamiento.
El pasado 30 de septiembre, la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) otorgó por primera vez una licencia a DISA Technologies, una empresa con sede en Wyoming, para remediar sitios mineros de uranio abandonados y reciclar el material recuperado para uso energético doméstico. Esta autorización marca un punto de inflexión en la historia ambiental y energética de Estados Unidos.
Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, el gobierno estadounidense incentivó la extracción de uranio sin prever las consecuencias. Entre 1944 y 1986, se extrajeron más de 4 millones de toneladas del mineral en tierras navajo, muchas de ellas dejadas a su suerte cuando las empresas quebraron.
Actualmente, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) estima que existen más de 15,000 sitios contaminados, de los cuales 523 han sido clasificados como zonas Superfund dentro del territorio navajo. El material abandonado —en forma de lodos y escombros radiactivos— ha contaminado fuentes de agua y dispersado polvo tóxico en comunidades locales.
DISA Technologies presentó la tecnología HPSA (High Pressure Slurry Ablation), o ablación por lodo a alta presión, validada para separar de manera segura los óxidos de uranio del material estéril.
“Durante décadas, los únicos métodos eran enterrar o trasladar los desechos, lo cual era inviable y peligroso. Ahora podemos recuperar el uranio y eliminar los riesgos ambientales al mismo tiempo”, explicó Greyson Buckingham, CEO de DISA Technologies.
Según Buckingham, los yacimientos analizados contienen en promedio 30,000 toneladas de material, y se planea instalar unidades de procesamiento con capacidad de entre 50 y 110 toneladas por hora. La compañía ya trabaja con la Nación Navajo, con la cual mantiene un contrato para iniciar la primera fase de limpieza, supervisada por la EPA.
El proyecto podría liberar cientos de millones de libras de uranio atrapado en residuos mineros antiguos, lo que además contribuiría a reducir la dependencia estadounidense del uranio ruso, que actualmente abastece el 25 % del consumo de los 94 reactores nucleares del país.
La iniciativa cuenta con el respaldo de la senadora por Wyoming, Cynthia Lummis, quien destacó el papel pionero del estado:
“Este es un ejemplo de cómo la innovación puede resolver problemas de seguridad, salud pública y sostenibilidad energética. Wyoming está liderando el camino hacia un nuevo modelo de minería responsable”, afirmó.
Por su parte, el Departamento de Energía evalúa la posibilidad de ampliar la reserva estratégica de uranio, una medida que el secretario Chris Wright comparó con un “Proyecto Manhattan 2.0”, orientado esta vez al abastecimiento seguro y sostenible de energía nuclear.
El director ejecutivo de la Agencia de Protección Ambiental de la Nación Navajo, Stephen B. Etsitty, confirmó el apoyo de su gobierno a la iniciativa, destacando que se trata de la primera solución viable en 40 años de búsqueda.
“Durante décadas no se movió ni una pala de tierra. Hoy vemos una tecnología capaz de separar los metales pesados, mitigar la contaminación y devolver el equilibrio a nuestras tierras”, señaló Etsitty.
La Nación Navajo solicita la construcción de un depósito regional para residuos de baja actividad, ubicado lo suficientemente cerca para reducir los costos y riesgos del transporte. Su meta, dice Etsitty, es “eliminar los contaminantes y reciclar el material útil, sin repetir los errores del pasado”.
La licencia otorgada a DISA representa un cambio de paradigma: la posibilidad de convertir una deuda ambiental en una oportunidad energética.
Mientras Estados Unidos busca independencia en su suministro de uranio y expansión de la energía nuclear, la recuperación y reciclaje de estos desechos podría marcar el inicio de una nueva era de minería circular