El turismo industrial está de moda. Cientos de minas abandonadas reabren con un nuevo uso vinculado con el ocio y la cultura. En Alemania, Rumania, EE. UU. o España, aquellos lugares de pasado duro se convierten en centros de aventura, museos o zonas reforestadas donde estar más cerca de la naturaleza.

Las voces de los niños jugando resuenan los fines de semana en este lago de 865 hectáreas rodeado de árboles. Los visitantes se pueden bañar, hacer deporte alrededor de él y disfrutar de un buen día de campo. Pero hace solo 14 años era imposible hacer nada de eso en As Pontes (A Coruña). En 2008 se cerró la mina de lignito a cielo abierto que había dentro y que había estado funcionando desde los años cuarenta del siglo XX. El resultado es un paraje natural que se ha convertido en referente europeo de restauración ambiental, más fácil de mantener por la climatología del terreno, con lluvias abundantes. De hecho, en lo que era la escombrera coexisten hoy 217 especies vegetales y casi 200 especies animales. As Pontes es considerado el mayor complejo minero restaurado de España.

Pocas experiencias hay más fascinantes y misteriosas que visitar una mina abandonada. Pasear entre sus restos nos lleva a imaginar cientos de historias que podían haber ocurrido allí en otros tiempos: comunidades enteras viviendo en los alrededores, probablemente un hospital donde los mineros heridos recibían cuidados, hombres a lomos de yeguas, caballos o burros de camino al trabajo al salir los primeros rayos de sol, mujeres esperando en casa…

El auge de la minería en el siglo XIX en España dio paso a su declive a principios del XX. Muchas explotaciones se abandonaron porque eran demasiado contaminantes, porque se vaciaron de mineral o porque dejaron de ser rentables. Es el caso de algunas de las que producían hierro para construir el armamento de las dos guerras mundiales y que se cerraron cuando la segunda gran contienda terminó.

La arqueología industrial de este planeta es fascinante y precisamente España tiene mucho que enseñar al mundo. Pero también hay ejemplos sorprendentes repartidos por todo el planeta.

Ya sea por el escalofriante descenso de cientos de metros bajo tierra o por los fascinantes relatos de su oscura historia, las minas abandonadas pueden ser una gran aventura o un añadido cultural a un viaje. Algunas se remontan a tiempos inmemoriales, otras son más recientes. También algunas se han recuperado como atractivo turístico y otras han ido cayendo en el olvido de los descendientes de sus trabajadores y de las propias administraciones. Cada mina es un mundo que se acabó (o no) convirtiéndose en otro totalmente distinto.

Si visitar una mina abandonada puede resultar intrigante, pasear por una reconstruida puede suponer un enorme aprendizaje sobre las formas de trabajo más rudimentarias y las condiciones más precarias en las que un ser humano puede sobrevivir.

Las formas de ocio que adquieren estos lugares, eso sí, pueden ser de lo más variopintas. La mina de Louisville (Kentucky, EE. UU.) fue fundada por Ralph Rogers en la década de 1930. Era un gran visionario que se dio cuenta de la necesidad de construir carreteras en el país, especialmente en el sur. Se dice que era capaz de mirar un sitio y decir la cantidad de roca que podía sacar de él. Su negocio funcionó muy bien, especialmente durante la Depresión de los años 30, cuando el gobierno puso a la gente a trabajar apoyando la construcción de nuevas carreteras y puentes.

Aquella cantera dentro de una gran cueva es hoy la Mega Caverna de Louisville, un lugar cubierto de piedra caliza capaz de resistir los tornados más violentos y que tienen una temperatura constante de 58 grados

Pistas para bicicletas, excursiones en barco…

Por si la exploración de una mina subterránea abandonada no fuera suficiente, el equipo que gestiona Mega Cavern ha creado el parque de bicicletas cubierto. El lugar es gigantesco e incluye más de 45 pistas para bicicletas BMX.

A una hora al sur de San Luis, en Misuri, los visitantes pueden explorar lo que queda de la mina Bonne Terre, una de las primeras minas de plomo a gran profundidad de la historia y que sigue siendo una de las mayores cavernas artificiales del mundo. La mina fue el mayor productor mundial de mineral de plomo hasta que se cerró en 1962, más de 100 años después de su apertura en 1860.

Hoy es una de las principales atracciones turísticas del estado de Misuri. Los niveles superiores de la mina están iluminados, y los visitantes pueden reservar visitas guiadas a pie de una hora de duración por las antiguas galerías donde los mineros excavaban con picos y palas hace más de un siglo.

Los visitantes también pueden optar por descender a las profundidades de la cueva, realizando una excursión en barco por el lago de más de 25 kilómetros que se encuentra muy por debajo de la superficie de la tierra. Las visitas en barco ofrecen unas vistas aterradoras de los pozos y equipos abandonados de la mina. El lugar alberga el mayor punto de buceo en agua dulce del mundo. Las aguas transparentes del lago están iluminadas desde arriba y ofrecen a los buceadores una visibilidad de más de 30 metros.

El interés por la tecnología antigua

Uno de los lugares más interesantes de Transilvania (Rumanía), Salina Turda, es una enorme mina de sal subterránea que se remonta al año 1075. Produjo sal de mesa de forma continuada desde la Edad Media hasta principios del siglo XX.

En la actualidad, se utiliza como centro de haloterapia y atracción turística, con instalaciones que rozan el nivel de un parque de atracciones. Los visitantes pueden ver el equipo de extracción, explorar el lago subterráneo en barcas de remos, experimentar la acústica del anfiteatro e incluso montar en una noria, todo ello en las profundidades de Salina Turda.

“El uso que normalmente se da a las instalaciones mineras cerradas es recreativo. Si hablamos de canteras, la alternativa a su abandono suelen ser parques de escalada porque es bastante complicado recuperarlas. Europa es una zona muy aficionada al turismo industrial. A la gente le interesa mucho ver tecnología antigua. En la cuenca del Ruhr –se extiende por más de 400 kilómetros en el estado de Renania del Norte-Westfalia–, por ejemplo, es impresionante ver cómo se han recuperado todas las minas para su uso recreativo”, explica Josu González Alday, profesor de Ecosistemas y Restauración Ecológica la Universidad de Lleida, investigador asociado de la Universidad de Liverpool y experto en la recuperación de minas.

Efectivamente, esa región de Alemania tiene atractivos turísticos como la mina del Zollverein, que atrae a 1,5 millones de visitantes al año y es Patrimonio Mundial de la UNESCO. El Landschaftspark o Parque Paisajístico es un proyecto de regeneración de espacios abandonados sin precedentes. La antigua planta de fundición de hierro se ha revitalizado como un área familiar para actividades deportivas y culturales en medio de un entorno natural que invita al paseo tanto de día como de noche. La iluminación de las chimeneas, hornos y gigantescas estructuras de acero ofrece un espectáculo de luces sin parangón y hasta se puede practicar buceo en un inmenso tanque de lo que fue un gasómetro.

De Almadén a Cabárceno

Hay muchos ejemplos de estos éxitos en todo el mundo y es difícil pasar por alto los de España en Almadén (Ciudad Real), cuyos restos de las minas de mercurio más antiguas y productivas del mundo, cerradas por contaminantes, son un auténtico viaje al pasado. Además, han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. O Las Menas Poblado Minero, un antiguo poblado enclavado en la Sierra de los Filabres perteneciente al municipio de Serón. En este lugar se extrajo hierro desde finales del siglo XVIII hasta el año 1968. Dentro de Las Menas se pueden observar múltiples edificaciones importantes de la época, algunas están completamente restauradas, aunque han sido destinadas a otro uso, como es el camping o el hotel.

O el famoso Parque Natural de Cabárceno, en Cantabria, repleto hoy de familias y viajeros que van a ver las 118 especies de animales que allí viven en semilibertad. Antes fue una explotación minera de hierro y aún se pueden ver los restos de algunas construcciones ya cadavéricas que recuerdan lo que hace años ocurría allí.
El turismo industrial pasa por un buen momento. Saber cómo trabajaron aquellos hombres es algo que la historia les debe. Recuperar nuestro pasado disfrutando de él es, sin duda, una de las maneras más sostenibles de hacerlo.

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